Silvia Balbastre Rigaud. Investigadora del Centro Tecnológico de la Conserva y Alimentación
Una beca Séneca abrió en 2002 las puertas del Laboratorio de Microbiología del Centro Tecnológico Nacional de la Conserva y Alimentación (CTNC) a Silvia Balbastre (Murcia, 1978). En este centro completó su formación hasta que, pasados unos años, pasó a formar parte de su equipo técnico.
-¿Cuál es la misión de su laboratorio?
-En el Laboratorio de Microbiología y Seguridad Alimentaria del CTNC tenemos puesto el foco en garantizar la seguridad alimentaria de los productos que consumimos a diario, tanto desde el punto de vista microbiológico como del de alérgenos. Esta es la parte más visible y conocida. También asesoramos a las empresas sobre las nuevas normativas que van surgiendo, a las que deben adaptarse; es decir, a los requisitos legales que se deben cumplir tanto en el país de producción de los alimentos como en el país de destino. Otra parte, y no menos importante, que nos posiciona como centro de referencia en el sector de la alimentación, es la investigación, el desarrollo científico y la transferencia de conocimientos a las empresas que deciden invertir en mejorar sus productos desde el punto de vista de la seguridad alimentaria.
«A veces parece que empresa e investigación no hablan el mismo idioma, pero no es así»
-¿En qué están inmersos actualmente?
-Como laboratorio de análisis debemos estar actualizándonos constantemente y poniendo a punto nuevos métodos que nos permitan acortar tiempos de análisis, y ampliar el alcance de nuestras determinaciones. Para eso contamos con técnicas analíticas acreditadas por la ENAC [Entidad Nacional de Acreditación] que han sido sometidas a un proceso de validación para asegurar la calidad de los resultados obtenidos. Ahora mismo, el laboratorio está ampliando su acreditación en alérgenos y otros indicadores microbiológicos, para poder cumplir con una legislación cada vez más exigente. También están siendo muy demandados lo estudios de vida útil para determinar la durabilidad de productos. En el campo de la investigación estamos llevando a cabo varios proyectos basados en la búsqueda de conservantes naturales, así como el desarrollo de un método de medida de la capacidad antioxidante ‘in vivo’ que nos permite una mejor simulación del comportamiento de este tipo de compuestos en nuestro organismo. Además, colaboramos con otros departamentos del centro para el desarrollo de proyectos como gestión y valorización de aguas, economía circular o innovaciones tecnológicas.
-¿Cree que el sector agroalimentario entiende y valora el trabajo que desarrollan?
-Las empresas, en general, y las agroalimentarias, en particular, son conocedoras de la necesidad de implementar la tecnología en sus procesos productivos. Por eso cada vez son más las empresas, tanto dentro como fuera de la Región, que solicitan nuestros servicios para producir alimentos y bebidas que se adaptan mejor a lo que el consumidor demanda. El consumidor exige procesos productivos más sostenibles y alimentos más seguros.
-¿Ha percibido algún cambio sobre la percepción de su trabajo tras el embate de la Covid-19? ¿Se percibe una mayor sensibilidad del sector y la sociedad hacia la labor científica?
-Si de algo ha servido la pandemia es para poner de manifiesto la tendencia de los consumidores a la seguridad alimentaria. Antes no era una prioridad explícita y ahora es fundamental. Los clientes también miran, ahora mucho más, el cuidado con el medio ambiente y priorizan la compra de productos más sostenibles. Y para avanzar en sostenibilidad debemos hacerlo de la mano del progreso de la ciencia y la labor científica. Luego, indirectamente, la sensibilidad es cada vez mayor.
«Hasta que llegó la pandemia la seguridad alimentaria no era una prioridad explícita»
-¿En qué nivel se encuentra la investigación agroalimentaria regional en relación a la española y la del resto del mundo?
-El nivel de la investigación agroalimentaria regional es altísimo: está unida a un fuerte componente de innovación que la hace competitiva con cualquier país del mundo. Creo que en la Región de Murcia somos un modelo a seguir en I+D+i pero, sobre todo, en materia de depuración y reutilización del agua; un bien escaso en nuestra comunidad autónoma pero del que aprovechamos hasta la última gota, precisamente y gracias a la investigación.
-¿Cómo se puede mejorar las relaciones entre investigadores y empresas agroalimentarias?
-Es cierto que en ocasiones la empresa y la investigación parecen que no hablan el mismo idioma, pero en absoluto es así. La empresa busca soluciones inmediatas a problemas concretos, mientras que nuestra obligación como investigadores es entender el problema específico de esa empresa para contextualizarlo en todo el sector de forma que seamos capaces de aportar soluciones creativas, eficaces y sostenibles que sean aplicables al mayor campo de empresas posible. La experiencia nos ha demostrado que un problema supuestamente atribuible a una única empresa es un problema que se presenta en mayor o menor medida en otras empresas del sector.
-¿Cómo lo tienen ahora los jóvenes investigadores en el sector agroalimentario de la Región? ¿A qué dificultades se enfrentan?
-Ser joven investigador sea cual sea el sector en el que desarrolles tu trabajo es ser una persona inquieta, vencer obstáculos y desafíos contribuyendo con tu profesionalidad y tus conocimientos a implementar soluciones tecnológicas a la ciencia desde los procesos más rigurosos de indagación. De sobra son conocidos los problemas sobre la situación laboral de los investigadores en España, que por supuesto deben ser solucionados de alguna manera. Yo me siento una persona afortunada trabajando en un centro de investigación rodeada de profesionales y técnicos de los que aprendo cada día, y de empresas que nos motivan y nos retan constantemente con sus necesidades y proyectos.
FUENTE: Diario La Verdad de Murcia (25.05.2021)
Ginés S. Forte
https://www.laverdad.es/agro/gracias-investigacion-aprovecha-20210525230428-ntvo.html